«El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad» (Ernest Hemingway)
Hoy es un día muy especial para la Universidad de Zaragoza pues, tal día como hoy, en el año 1597, falleció en Calatayud (Zaragoza) el hijo de Juan Cerbuna y de Leonor Negro, una de las personalidades más destacadas de la decimosexta centuria, uno de esos hombres útiles que nuestra tierra aragonesa produce y cuya labor, escapándose de una tarea puramente teórica, alcanza su fama con la realización de una obra bien hecha y perdurable, en este caso el de la propia Universidad, que, si fundada por privilegio de Carlos I el 10 de septiembre de 1542, no llegó a ser una realidad hasta el 24 de mayo de 1583, gracias a la infatigable labor del que fuese Obispo de Tarazona y administrador apostólico de Calahorra, esto es, Pedro Cerbuna Negro, a quien corresponde –con pleno derecho– el título de fundador de la Universidad cesaraugustana.
Cerbuna, nacido en Fonz (Huesca) en el seno de una familia hidalga, fue un hombre dotado de grandes cualidades morales e intelectuales, entre las que conviene destacar su tenacidad y humildad. Este ribagorzano alcanzó la ordenación sacerdotal en Lérida en 1564, tras estudiar en Huesca, Valencia, Lérida y, finalmente, Salamanca, donde alcanzó su doctorado en Teología, un ańo antes de su ordenación sacerdotal. Paralelamente a sus triunfos académicos, se abrió para este sacerdote una gran carrera eclesiástica: profesor de Teología en el seminario y vicario general de la diócesis de Lérida entre 1563 y 1575; canónigo penitenciario y visitador de la diócesis de Huesca entre 1575 y 1583; canónigo y vicario general del arzobispado de Zaragoza de 1583 a 1585, alternó sus servicios eclesiásticos con la tarea universitaria fundacional.
Tras ello, presentado por Felipe II para el obispado de Tarazona, fue consagrado como prelado de la diócesis de San Atilano el 24 de noviembre de 1585, haciendo su entrada en su diócesis muy poco después. Allí fundó un colegio de jesuitas, bajo la advocación de San Vicente mártir, y el seminario, dedicado a San Gaudioso. Sixto V lo nombró administrador apostólico de Calahorra, cargo que aceptó por pura obediencia.
Bibliografía: Jiménez Catalán, Manuel y Sinués y Urbiola, José: “Historia de la Real y Pontificia Universidad de Zaragoza”; Zaragoza, 1933-37.
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